Un pasante que rompe mitos
Hay un fenómeno que crece como hiedra venenosa en nuestra industria: la discriminación hacia empleados mayores de 50 años. Miremos a nuestro alrededor.
Existe esta idea de que las personas mayores no pueden crear ideas frescas y se nos olvida que Gabriel García Márquez publicó “Memoria de mis putas tristes” a los 77 años. O que no entienden de tecnología e ignoramos que Steve Jobs haya sido director de Apple hasta sus 56 años de edad. O que no entienden a los millennials o de digital… o de tantas otras cosas, que al final del día, siempre se pueden aprender.
No nos engañemos. Hemos desarrollado una cultura laboral que favorece la contratación de personas jóvenes, aunque les falte experiencia. Es más, las empresas están dispuestas a capacitar a estos jóvenes para cubrir todo aquello que desconocen… pero no están dispuestos a hacerlo por una persona mayor. ¿Por qué?
Así como una computadora de hace 20 años hoy ya no sirve para nada, en el mundo laboral se cree que las personas mayores también son obsoletas, aunque tengan todas las habilidades, destrezas y experiencias necesarias para hacer bien el trabajo.
Una pasantía inversa
No hace mucho tiempo, Publicis escuchó sonar su puerta. Se trataba de una persona que quería solicitarle una pasantía al gerente de la agencia, César Bettencourt. La sorpresa fue recibir a Santiago Latorre, de 75 años.
Inusual. Normalmente las pasantías las solicitan chicos de universidad, deseosos de adquirir algo de experiencia; no personas con suficiente edad para tener nietos y mucho menos jubilados luego de una larga carrera profesional.
Santiago nos cuenta que después de ver la película “Pasante de Moda” se planteó: “¿por qué no puedo ser como Robert De Niro?”. Tomó la decisión de arriesgarse y emprender una aventura nueva. Incluso, nos comentó, decidió que si a la primera no salía, no volvería a intentarlo. Así, de manera muy creativa, logró convencer a César y posteriormente probó que podía ser más que solo un pasante. Se convirtió en una fuente de inspiración y reflexiones.
La estadía de Santiago en esta industria innovadora y creativa, representó una interacción entre millennials y una persona de la “Edad de Oro”. Sin embargo, César confirma que la brecha generacional jamás se sintió. Claramente, había puntos de vista distintos y si se tomaba una fotografía, la edad era una evidente diferencia. Pero, de eso se trataba, una diferencia de edad, pero jamás de actitud.
César recuerda que Santiago era el primero que llegaba y el último que se iba, y mantuvo esa disciplina hasta que terminó su pasantía. Santiago fue un éxito instantáneo. Con su comportamiento, hizo cuestionar a los millennials acerca de su desenvolvimiento en la agencia y se convirtió en un ejemplo a seguir por su dedicación. Pero más que eso, se lo consideró el ingrediente que a la organización le faltaba para motivar a todo su equipo.
La ventaja que trajo Santiago era su conocimiento, experiencia y ganas. Cuando hablamos de redes sociales, quizás no sabía programar o manejarlas, pero era experto en relacionarse con gente, una de las bases principales de esta herramienta de comunicación.
Una experiencia ganar-ganar
Por un lado, Santiago vivió una pasantía multidisciplinaria, ya que participó en el departamento de planificación estratégica, creativo, digital y atención al cliente. Incluso, tuvo la experiencia de participar en producción de piezas creativas, donde le dieron el apodo de “Steven Spielberg Criollo”.
Por otro lado, él ayudó a César a darse cuenta de que la gente tiene dos vidas: durante y después del trabajo. Hoy, la gente va a la oficina para trabajar y una vez que sale, hace lo que puede por cumplir sus sueños.
No hay que subestimar a los profesionales mayores
La brecha generacional solamente existe mientras nosotros la mantengamos en pie. Hoy ya se ha logrado que esté mal visto rechazar a una persona perfectamente calificada para desarrollar un trabajo por su religión, orientación sexual, género o color de piel. Incluyamos la edad a esa lista. Porque como dice Nils Leonard, tenemos que actuar para generar cambios. Tenemos que entender que el principio clave de la diversidad es la diferencia.
Definitivamente, esta es una experiencia capaz de generar una tendencia, y no solo dentro de nuestra industria, sino en cualquier tipo de compañía. Si alguna vez nos preguntamos: ¿cómo logramos motivar a nuestra gente para que lo den todo en la oficina? ¿Cómo logramos despertarlos? Sencillo, encontremos nuestro propio Santiago.